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¿Se puede operar después de un infarto?

Después de un infarto, siempre que sea posible, hay que evitar las operaciones durante una temporada.

En el primer mes después de un infarto sólo se suelen realizar operaciones si la vida del paciente se ve amenazada y no hay alternativa a la operación. En estos casos, hay que poner en una balanza el riesgo que supone operarse después de un infarto y en el otro lado el riesgo que supone retrasar una intervención importante.

Cuanto más tiempo haya pasado desde el infarto, y cuanto más pequeño haya sido este, menos riesgo tiene operarse.

Existen dos principales motivos para evitar operaciones después de un infarto:

  • El riesgo de que el corazón se descompense con el esfuerzo de la cirugía.
  • El riesgo del tratamiento antiagregante, que hace que la sangre esté más líquida y se coagule peor.

El primer motivo es más fácil de comprender, pero el segundo es complejo. Después de un infarto es importante tomar esas pastillas que hacen la sangre más líquida (los antiagregantes). Operarse tomando antiagregantes aumenta el riesgo de sangrar, pero suspenderlas para operarse aumenta el riesgo de que se taponen los stents que se hayan podido colocar.

Por ese motivo, la decisión de operarse después de un infarto es difícil y debe ser tomada en conjunto por los especialistas implicados: el cardiólogo, el cirujano y el anestesista.