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Lo habitual después de un infarto es realizar electrocardiograma, ecocardiograma y analíticas de sangre. Otras pruebas pueden ser necesarias dependiendo de las secuelas.

Habitualmente los infartos se diagnostican con una prueba llamada electrocardiograma, y en ocasiones con la analítica de sangre y su valor de troponinas.

Muchas veces, dada la gravedad de un infarto de miocardio, lo primero que se hace es ponerse en el peor supuesto y arrancar con el tratamiento para, una vez solucionado, realizar todas las pruebas necesarias.

Una vez que está diagnosticado el infarto, las pruebas son las siguientes:

  1. Lo primero es hacer un cateterismo cardíaco para desatacar la arteria obstruida con una angioplastia con stent. A veces no es posible y hace falta cirugía de bypass.
  2. Un ecocardiograma-doppler para ver cómo quedó la fuerza del corazón después del infarto, el tamaño de la cicatriz y cómo funcionan las válvulas del corazón.
  3. Analíticas de sangre para ver como evolucionan los marcadores de daño miocárdico y resto de parámetro.

Luego ya dependiendo de la evolución de cada paciente, a veces hay que hacer alguna de las siguientes pruebas:

  • Resonancia magnética cardíaca: para ver en precisión la fuerza del corazón y la cicatriz.
  • Pruebas de detección de isquemia (prueba de esfuerzo, SPECT, eco de esfuerzo...): si ha quedado alguna arteria estrecha sin reparar, con estas pruebas valoramos si es necesario o no arreglarla.
  • Cateterismo (2º tiempo): si es necesario reparar alguna otra arteria
  • TAC craneal: cuando el infarto provoca una parada cardíaca y hay sospechas de daño neurológico.

Una vez de alta, en las revisiones hay que hacer como mínimo:

  • Un electrocardiograma.
  • Un ecocardiograma-doppler.
  • Una analítica de sangre.