Lo habitual después de un infarto es realizar electrocardiograma, ecocardiograma y analíticas de sangre. Otras pruebas pueden ser necesarias dependiendo de las secuelas.
Habitualmente los infartos se diagnostican con una prueba llamada electrocardiograma, y en ocasiones con la analítica de sangre y su valor de troponinas.
Muchas veces, dada la gravedad de un infarto de miocardio, lo primero que se hace es ponerse en el peor supuesto y arrancar con el tratamiento para, una vez solucionado, realizar todas las pruebas necesarias.
Una vez que está diagnosticado el infarto, las pruebas son las siguientes:
- Lo primero es hacer un cateterismo cardíaco para desatacar la arteria obstruida con una angioplastia con stent. A veces no es posible y hace falta cirugía de bypass.
- Un ecocardiograma-doppler para ver cómo quedó la fuerza del corazón después del infarto, el tamaño de la cicatriz y cómo funcionan las válvulas del corazón.
- Analíticas de sangre para ver como evolucionan los marcadores de daño miocárdico y resto de parámetro.
Luego ya dependiendo de la evolución de cada paciente, a veces hay que hacer alguna de las siguientes pruebas:
- Resonancia magnética cardíaca: para ver en precisión la fuerza del corazón y la cicatriz.
- Pruebas de detección de isquemia (prueba de esfuerzo, SPECT, eco de esfuerzo...): si ha quedado alguna arteria estrecha sin reparar, con estas pruebas valoramos si es necesario o no arreglarla.
- Cateterismo (2º tiempo): si es necesario reparar alguna otra arteria
- TAC craneal: cuando el infarto provoca una parada cardíaca y hay sospechas de daño neurológico.
Una vez de alta, en las revisiones hay que hacer como mínimo:
- Un electrocardiograma.
- Un ecocardiograma-doppler.
- Una analítica de sangre.